No hace falta más casus belli
que el huracán de tus pasos al cerrar la puerta,
que las discusiones son balas firmadas disparadas directamente a la razón
y de esas que cicatrizan con abrazos a la altura de tu cintura,
que la revolución solo sirve si es para reventar el mercurio del termómetro,
que los arañazos de mi espalda son tus armas
y tú custodias mis moratones
porque los tratados de paz se sellan en cama,
y después de todas las bombas nucleares
aún no he visto guerra más mundial
que nosotras.