18 años siendo ella
y nunca lo fue.
La acostumbraron a una vida de princesas,
de mentiras,
que no fue capaz de creer,
de chicos,
que no fue capaz de querer,
de situaciones,
que no fue capaz de sostener.
Y todo por ser ella,
el intento más frustrado de delicadeza,
la feminidad en un cuerpo ajeno al suyo.
Ella, mamá, papá, no era ella.
Ella era un disfraz.
Una fachada.
Una lucha que nadie consiguió entender.
Y es simple;
Papá, fue el niño que siempre quisiste.
Mamá, fue la niña de tus ojos al nacer.
Y tras 18 años siendo ella,
es hora de que a ella la dejéis ser.